Por Renato Moretti, Psicólogo Educacional y Licenciado en Psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesor Facultad de Psicología, UAH.
Aun cuando es notorio que las movilizaciones estudiantiles de este año han tenido diferentes expresiones de creatividad que han logrado articular simpatía y apoyo por parte de la ciudadanía en general, el caceroleo es una expresión de protesta que tiene larguísima data en las luchas sociales de este país y como protesta popular, se ancla especialmente en la oposición a la dictadura de Pinochet, aun cuando ya había aparecido en las manifestaciones contra el gobierno de Allende. ¿En qué sentido es novedad una forma de protesta que fue dolor de cabeza ya para gobiernos democráticos y dictatoriales del pasado reciente? Y si la novedad en este contexto tiene que ver con creación, ¿qué es creatividad? Si yo cito un texto, pero lo saco de su marco original y lo uso para articular un punto de vista diferente o un nuevo sentido, ¿es ello novedad (creación) o repetición? Podríamos decir que es creativo, pues su sentido y su valor son nuevos, a pesar (o gracias a que) su material ha sido recuperado desde otro lugar. En esta línea, se puede decir que el caceroleo es creatividad y novedad para las luchas actuales en torno a la educación en Chile, pero no aparece de la nada, tiene un pasado.
Precisamente gracias a no ser totalmente nuevos, los caceroleos son un eslabón con la historia. Los ecos de los golpes de olla hacen volver a la conciencia de quienes tenemos memoria para recordar (edad, pero sobre todo memoria) las protestas nocturnas de la década de 1980. En ese sentido, los caceroleos trazan un salto hasta una época donde la expresión política de masas era heroica, y vuelven actual el pasado de las generaciones mayores. En una época donde se insiste (ideológicamente) en que todo está cambiando vertiginosamente, se ha vuelto posible pensar y decir abiertamente que hay cosas que no han cambiado. Y en una época donde se trata, también ideológicamente, de borrar el pasado por decreto o fijarlo en obras, hay cosas que pueden volver y cobrar vida, dando pleno sentido histórico a lo que parecía, en un inicio, un conflicto social más. Si el acto de golpear la olla como protesta continua teniendo sentido, significa que el marco donde cobra tal sentido no ha cambiado del todo, que el pasado no ha podido ser enterrado y goza todavía de buena salud.
Además, los diferentes caceroleos de estos últimos meses expresan la convocatoria popular que han logrado los estudiantes, superando sus propios límites etarios y territoriales. Las luchas en torno a la educación han dejado de tener un alcance sectorial para convertirse en un asunto central de nuestra forma de ser sociedad. En esto los estudiantes, juventud articulada políticamente, están ayudando a parir lo nuevo junto con comenzar a asumir la conducción de su época, logrando algo inédito en dos décadas: convocar a las multitudes, aun con su amplísima diversidad y sus diferentes grados de compromiso, en un esfuerzo político que refiere directamente a las condiciones de vida de las mayorías en la sociedad chilena.
Por último, los caceroleos, aumenten o disminuyan su alcance como forma de protesta, pueden ser también una excusa para reflexionar. Si es relevante pensar juntos la educación hoy, además de hacerlo en las coordenadas de la historia y la masividad, es también importante no abordar el presente como novedad absoluta, pero tampoco como simple repetición. Respecto a los caceroleos en particular, el problema no tiene que ver con el porqué otra vez (su falta de novedad), sino con su significado y los nuevos sentidos que cobran hoy.