Por Ricardo Pulido, Psicólogo y Licenciado en Psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor en Psicología General y Clínica, Universidad de Bologna, Italia. Académico y Director Unidad Mindfulness de la Universidad Alberto Hurtado.
Hace sólo dos años la palabra mindfulness causaba extrañeza en Chile. Hoy, en cambio, está suficientemente socializada y hasta, corre el riesgo, como casi todo lo que se populariza, de perder su significado original.
El significado original del mindfulness se remonta a prácticas milenarias vinculadas con el despertar espiritual del ser humano. Buda, por ejemplo, insistía en que esta era una de las prácticas fundamentales para alcanzar el conocimiento capaz de liberar al ser humano de su sufrimiento existencial más profundo.
Al practicarla por primera vez, las personas se dan cuenta de cuan sencilla, y por lo mismo, cuan difícil es esta práctica que consiste básicamente en atender las experiencias tal como ocurren, manteniendo por un tiempo prolongado una escucha interesada en la que se suspenden (o se dejan ir) voluntariamente las narraciones, sentidos, asociaciones y explicaciones que normalmente acompañan toda experiencia.
Nada fácil, pues nuestros sistemas cognitivo-afectivo tienden a significar y a darle un sentido a cada experiencia. ¿Es posible entonces, no significar? La práctica mindfulness no pretende esto, simplemente busca enlentecer el proceso y debilitar las significaciones automáticas de tal manera que cada experiencia se despliegue con mayor riqueza y novedad, incluso las dolorosas.
Es un proceso muy similar a la Fenomenología de Husserl: poner entre paréntesis todos los juicios para que emerja la cosa en sí. Sin embargo, una gran diferencia es que la tradición de práctica mindfulness ha desarrollado un conjunto de procedimientos concretos, una metodología práctica para facilitar esta disposición interna, que se fundan en ejercicios de unificación del cuerpo y la mente basadas, preliminarmente, en una conciencia plena de la propia respiración. Otra gran diferencia es que la Fenomenología no nace ligada a una pregunta por el sufrimiento humano sino a una pregunta sobre la naturaleza y fundamentos del conocimiento. Precisamente en este punto me quiero detener :¿hay alguna relación entre epistemología, la pregunta por la naturaleza del conocer, y la terapéutica, la pregunta por cómo aliviar el sufrimiento?
Mindfulness ha entrado con mucha fuerza en el mundo occidental gracias a sus poderosas y documentadas aplicaciones clínicas. Despejándolas de todos los elementos espirituales, religiosos y culturales, la aplicación “aséptica” de esta práctica ayuda significativamente a enfrentar el malestar físico y mental produciendo alivio, reducción del dolor, disminución de síntomas ansiosos y depresivos, y generando sensaciones de mayor bienestar y tranquilidad interna. La cantidad de estudios científicos y meta-analíticos que han demostrado la eficacia clínica del mindfulness (al menos de ciertos programas basados en esta práctica como la DBT, el MBSR y el MBCT), han crecido exponencialmente en los últimos 10 años, llegando incluso a demostrar fenómenos positivos de plasticidad cerebral asociados.
En la Unidad Mindfulness de la Facultad de Psicología de la UAH – unidad que nace el 2010 al interior del Consultorio de Atención Psicológica y que incluye programas mindfulness para adultos, niños y adolescentes y programas de formación como el Diplomado de Meditación y Psicoterapia) también hemos podido comprobar la eficacia del programa MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction). A la fecha más de 150 personas (entre ellos: pacientes psiquiátricos, con enfermedades crónicas, con cuadros de estrés o buscando desarrollo personal) han completado el programa de 8 semanas con resultados muy alentadores. El nivel de satisfacción general es alto y las comparación pre y post tratamiento de diferentes índices como calidad de vida, intensidad de síntomas psicológicos y psicosómaticos, dificultad en las relaciones interpersonales y el rol social, muestran una mejora estadísticamente significativa.
¿Qué es lo terapéutico de está práctica? Permite cambiar la relación con el mundo (el propio mundo circundante, las propias circunstancias) sin necesariamente cambiar el mundo. Esto significa que incluso, en condiciones adversas la persona puede encontrar recursos internos para sobrellevarlas sin agregar mayor sufrimiento al que ya padece. Esto efectivamente ocurre. Por eso mismo el programa es tan bien recibido por aquellas personas que están en situaciones críticas, crónicas y que han probado diferentes alternativas sin éxito y que normalmente apuntan a hacer algo, cambiar lo que ocurre. El foco en mindfulness es opuesto: dejar de hacer, aceptar lo que ocurre. Y esto, paradojalmente lleva espontáneamente a un cambio en cuanto libera nuevas perspectivas, nuevas modalidades de acción.
Volvamos a la pregunta “¿qué relación hay entre epistemología y terapéutica?”. La efectividad y eficacia terapéutica del mindfulness es directamente proporcional a nuestra alienación experiencial. Mindfulness no es en sí misma una herramienta clínica, pero sí lo es hoy, en el contexto de nuestra cultura del hacer, del intervenir, de la eficiencia, de la producción y del negocio en la que nuestras subjetividades, nos guste o no, se hayan envueltas. Una de las primera sensaciones profundas que las personas encuentran tras las primeras prácticas, es el redescubrimiento de lo que significa descansar, reposar, física y mentalmente… estar sereno y revalorar el ocio (no tan solo su negación) como aquella experiencia donde la temporalidad se dilata permitiendo vincularse sin prisa y sin presiones internas con la propia y mas rutinaria cotidianidad… ¡es algo tan básico! En este sentido, mindfulness es un gran antídoto.
Sin embargo, en la medida que esta práctica siga popularizándose exclusivamente como una herramienta clínica y no sea seriamente considerada como una praxis epistemológica (disciplinar e individualmente), tendrá poco y nada que decir sobre la etiología experiencial de los malestares de nuestra sociedad actual y lo que es más grave, puede tender a fortalecerlos. Los mayores riesgos de lo anterior son dos: construir en los seguidores una metafísica de la aceptación donde las preguntas fundamentales de nuestra propia existencia quedan reducidas a “eventos mentales que deben ser dejados a un lado” y convertirse, paradojalmente, en una práctica que termine normalizando nuestra alienada temporalidad social e interpersonal, en cuanto ofrece potentes herramienta para reducir sus efectos nocivos sin necesidad de cambiarla ni cuestionarla.
En este sentido, las grandes posibilidades de mindfulness aún no se han desplegado realmente. Un diálogo del todo fértil puede nacer entre dicha práctica y filosofía fenomenológica. El conocimiento, siguiendo la epistemología de Francisco Varela lejos de ser un evento abstracto, es un evento situado y corporalmente encarnado de tal modo que lo que somos capaces de conocer está vinculado con nuestro estado mental-corporal. Una práctica profunda en este sentido, no sólo trae paz, salud, bienestar (estos son sus efectos secundarios), sino que aporta una nueva modalidad de conocimiento (de sí y del mundo) que, habiendo sido perfeccionado durante milenios, complementa las aproximaciones científico-transitivas para adentrarse en el terreno de la experiencia humana y del sentido de su existencia.
Gráfico: Comparación mediciones pre y post programa MBSR.