“Los hijos de los pobres”: la crisis de SENAME y la tecnocracia neoliberal.

Por Claudia Calquín Donoso, profesora colaboradora Facultad de Psicología UAH.

 

Una análisis de la actual crisis de SENAME es una oportunidad que nos debe conducir, siguiendo a Marx, a la raíz misma del problema, es decir a la misma política pública y al rol del Estado en mate- ria de la protección de derechos en un contexto neoliberal, asumiendo que la revolución neoliberal instalada por la dictadura supuso sendas transformaciones en el aparato Estatal entre las que cabe destacar su profunda reducción. Así el modelo de Estado heredado y profundizado por los gobiernos de la Concertación implementó políticas sociales bajo un giro respecto a la tradición desarrollista impulsada durante el siglo XX y a las mismas ideas de lo político en la política pública. Si la dictadura asaltó el precario Estado social construido por generaciones de luchas políticas de mujeres y hombres, los gobiernos de la concertación no sólo no apuntaron a su re-construcción, sino más bien a profundizar y regular las lógicas de subsidiaridad a los privados en ámbitos claves como la protección social, así como profundizar una gubernamentalidad de tipo tecnocrática que, si bien no es nueva en Chile, fue clave en el proyecto de modernización del Estado e internacionalización de la economía.

Desde esta perspectiva la crisis de SENAME emerge como una expresión más de la constante desafección de lo político por los esquemas de eficiencia y gestión empresarial tan en boga en la actualidad y situados dentro de una grilla de interpretación exclusivamente economicista que define a las niñas y niños como capital humano o inversión social. De este modo se sitúa la acción del Estado no como resultado de proyectos políticos en discusión el enfrentamiento agonal de acuerdo a Mouffe1 – condición misma de la democracia y de la construcción de lo común, sino de necesida-des económicas del país. Así, el ejercicio de derechos como base de la política de infancia se vuelve algo puramente aritmético: cantidad de metas, de casos atendidos, de subvención recibida, de egresos, de internaciones, etc. Se instalan modelos de intervención estandarizados, familiaristas, basados en estrategias que apuntan a gestionar estilos de vida individuales y que no dan cuenta de la diversidad, de las relaciones entre sujeto y sociedad o de las diversas formas en que las vidas precarizadas se construyen desde el Estado como problemas sociales o vulneraciones.

Por otro lado, la tecnocracia desagrega las problemáticas de la infancia en programas especializados que plantean serias dudas acerca de sus capacidades de articulación, y sobre todo obstaculiza espacios de comunicación y participación de las comunidades, los equipos de intervención y los/las propias niñas y niños. Así las definiciones de los problemas sociales o las vulneraciones como sus formas de trabajar con ellos son definidos desde la óptica de los tecnócratas.

Una de estas estrategias de gobierno de lo social derivadas de las prácticas tecnocráticas impulsadas por el Banco Mundial es la focalización, modalidad de intervención pública que tiende a asegurar que un programa/proyecto provea en exclusividad a una determinada población objetivo, de los satisfactores básicos requeridos. La focalización al centrar sus intervenciones en las poblaciones más pobres crea una serie de efectos de exclusión que cruzan el mismo sistema de protección de la infancia desplegando con ello lo que Álvarez2 llama una “focopolítica” que tendría como efectos la remercantilización de la protección social para los sectores con capacidad de pago -y que el Estado define como fuera de su radio de acción – y la tutela de las poblaciones pobres por medio de relaciones autogestionadas.

Si pensamos en el conocido apodo de SENAME el “quita niños” de los pobres, dicha expresión nos conduce tanto al fracaso de la institución en las comunidades y al hecho de que si bien de manera formal no hay ingresos por motivos de pobreza muchas veces detrás de conceptos como negligencia se esconde cierta penalización de la pobreza, cuestión que se advierte en que en los centros de residencia no existen niños ingresados por negligencia proveniente de familias de ingresos altos o que una cartografía de las localizaciones de la acción de SENAME especialmente de las Oficinas de Protección de Derechos (OPD) indica que el sistema de protección no contempla a las comunas más ricas del país, señales que indican que para el Estado la vulneración de derechos ocurriría solo en los sectores populares.

En ese sentido, estamos hablando que los programas de infancia aunque estén bajo el paradigma de unos derechos del niño y niña que por su condición de derechos humanos son universales se focalizan en las poblaciones pobres y vulneradas bajo un esquema de gestión, control, vigilancia y tutela.

Con esto se sigue reproduciendo la historia misma de la infancia pobre o lo que Cuningham3 llamó “los hijos de los pobres” invocación que servía “para incitar el miedo o la simpatía. El miedoresidía en que estos niños presentados como desordenados y sucios, fueran una amenaza para el futuro de la raza si no se hacía algo por ellos. La simpatía podía ser invocada si la condición de los niños de los pobres era percibida como una negación de lo que se pensaba que debía ser, propiamente, la niñez.” (p.34)

Los hijos de los pobres hoy día los llama- dos niños/as SENAME plantean entonces la urgencia de que esta crisis no sea ma- quillada por propuestas de mejoramiento que dejen incólume la arquitectura neoliberaltecnocrática que erige la política pública y social en nuestro país y que ha demostrado su fracaso.

Si bien hay intentos gubernamentales plausibles como la creación del Concejo de la Infancia poco sabemos de los proyectos de ley que se está generando desde esta instancia, diluyendo nuevamente la esfera política del conflicto y el disenso en discursos de experticia, secretismo y saber. La política pública debe ser el espacio deliberativo por excelencia, es la sociedad en su conjunto la que debe decidir no sólo que políticas queremos sino que por sobre todo qué tipo de Estado queremos, pues es claro que el estado neoliberal no es el mejor padre para los niños/as ni para la sociedad en su conjunto.


(1) Mouffe, C (1999) El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical. Buenos Aires: Paidos.
(2) Álvarez- Leguizamón, S. (2008). Focopolítica y gubernamentalidad neoliberal, las políticas sociales. Ponencia presentada en el II Encuentro Argentino y Latinoamericano de “Prácticas Sociales y Pensamiento Crítico”, Universidad Nacional de Córdoba.
(3) Cunningham, H (1991). The Children of the Poor: Representations of Childhood Since the Seventeenth Century (Family, Sexuality, and Social Relations in Past Times). London: Blackwell Pub.