Ciudadanos, a formarse

Los movimientos ciudadanos de los últimos meses tensionan la formación cívica que reciben los jóvenes en sus colegios.

Por Felipe Burrows Grau, Psicólogo y Licenciado en Psicología, P. Universidad Católica de Chile. (c) Doctor en Educación, Instituto de Educación, Universidad de Londres, Inglaterra.

La formación para la ciudadanía forma parte de las tareas y propósitos de la educación escolar.  Tiene por finalidad preparar a las personas para participar en la esfera social como sujetos formados en principios y valores de convivencia democrática, así como ciudadanos comprometidos en los asuntos y toma de decisiones relevantes para la vida en común.

En los últimos meses hemos sido testigos de movilizaciones sociales expresadas principal pero no únicamente en el movimiento estudiantil y en las movilizaciones ante proyectos eléctricos.

¿Qué puntos levantan estas movilizaciones en torno a la formación ciudadana?

En primer lugar, llaman a revisar la forma en que hemos estado interpretando ciertos antecedentes relativos al involucramiento de la ciudadanía en los asuntos públicos. Algunos fenómenos que se vienen observando en los últimos años, como la decreciente participación en elecciones y la falta de identificación con las formas de representatividad política, han sido vistos como señales de distanciamiento de los debates y decisiones que competen al conjunto de la sociedad.  No obstante, las movilizaciones recientes dan cuenta de un escenario en el que, por vías distintas a los canales de participación institucionalizados, el compromiso por causas que trascienden intereses personales emerge y se instala en ámbitos de interés público.

Sin embargo, lo anterior configura un panorama que tensiona la formación ciudadana en al menos dos sentidos opuestos pero complementarios. Una de estas tensiones emerge del hecho de que las categorías que se contemplan para esta formación corresponden principalmente a las formas de participación y representatividad institucionalizadas en el orden político, sin que se otorgue un tratamiento significativo a canales alternativos como el tipo de manifestaciones antes aludidas.

Esto implicaría que la educación escolar no está aportando claves relevantes con respecto al entorno social en el que se insertan los estudiantes ni a ciertas formas de participación que pueden tener lugar dentro de él. Esta es una situación que visualiza la necesidad de ampliar el horizonte de referencia de la formación ciudadana, de manera tal que ella contemple también las formas legítimas de participación que corren por vías alternativas a la política convencional.

Por otra parte, la formación ciudadana se ve tensionada a reforzar la relevancia atribuida a las vías institucionalizadas de participación y decisión, así como la disposición a involucrarse en ellas. El carácter democrático de una sociedad depende en parte importante de esta condición. Se requiere, por lo tanto, de una educación que contribuya a que la insatisfacción que pueda existir hacia estas vías no se transforme en desafección, y que promueva de manera efectiva tanto la comprensión de su relevancia, como la idea de que la superación de sus debilidades pasa, al menos en parte,  por la participación en ellas.