El cuarto Ciclo de Cine Japonés y Psicoanálisis, titulado “Lo irrepresentable, lo figurable”, busca pensar en la relación contemporánea que las personas establecemos con la realidad. Más que preguntarse por lo que es real o virtual, o preguntarse si existe la realidad como tal en un mundo donde la posmodernidad y la posverdad tensionan el estatuto de la objetividad, se trata de pensar en las condiciones para que algo pueda ser representado: una imagen, una idea, una ensoñación, una posibilidad, un horizonte, un destino o incluso un final. En un mundo hiper-conectado y digitalizado, en donde la posibilidad de vivir en una simulación y las derivas apocalípticas de la inteligencia artificial parecieran ser parte del lenguaje común, se trata de pensar en los bordes o márgenes de lo que hoy en día es representable. Esto implica situar mínimas condiciones materiales y socioculturales para que el trabajo psíquico que supone pensar tenga un espacio y un lugar: no sólo en su contenido (lo que se piensa), sino que también en su forma (cómo se piensa) y tiempos (cuándo se piensa).
No es que la realidad supere a la ficción, ni que la realidad se construya en base a un imposible externo/interno al sujeto, sino más bien que la ficción -o más precisamente, el ficcionar o el intento de ficcionar- permite dibujar los límites y situar los desencuentros entre la realidad psíquica y material, cuyo tránsito puede pensarse como una cinta de Moebius desagarrada y accidentada. En este sentido, preguntarnos por los límites de la relación con nuestra realidad, en términos de lo que es representable, figurable, soñable, deseable, pero también de aquello que no lo es, cobra relevancia para pensar en el lugar que el discurso y la práctica psicoanalítica tienen actualmente, particularmente en relación con la función, alcances, limitaciones e imposibles que este dispositivo pueda tener.
Película: PERFECT BLUE
Película: LOOK BACK
Película: TEKKONKINKREET
El cuarto Ciclo de Cine Japonés y Psicoanálisis, titulado “Lo irrepresentable, lo figurable”, busca pensar en la relación contemporánea que las personas establecemos con la realidad. Más que preguntarse por lo que es real o virtual, o preguntarse si existe la realidad como tal en un mundo donde la posmodernidad y la posverdad tensionan el estatuto de la objetividad, se trata de pensar en las condiciones para que algo pueda ser representado: una imagen, una idea, una ensoñación, una posibilidad, un horizonte, un destino o incluso un final. En un mundo hiper-conectado y digitalizado, en donde la posibilidad de vivir en una simulación y las derivas apocalípticas de la inteligencia artificial parecieran ser parte del lenguaje común, se trata de pensar en los bordes o márgenes de lo que hoy en día es representable. Esto implica situar mínimas condiciones materiales y socioculturales para que el trabajo psíquico que supone pensar tenga un espacio y un lugar: no sólo en su contenido (lo que se piensa), sino que también en su forma (cómo se piensa) y tiempos (cuándo se piensa).
No es que la realidad supere a la ficción, ni que la realidad se construya en base a un imposible externo/interno al sujeto, sino más bien que la ficción -o más precisamente, el ficcionar o el intento de ficcionar- permite dibujar los límites y situar los desencuentros entre la realidad psíquica y material, cuyo tránsito puede pensarse como una cinta de Moebius desagarrada y accidentada. En este sentido, preguntarnos por los límites de la relación con nuestra realidad, en términos de lo que es representable, figurable, soñable, deseable, pero también de aquello que no lo es, cobra relevancia para pensar en el lugar que el discurso y la práctica psicoanalítica tienen actualmente, particularmente en relación con la función, alcances, limitaciones e imposibles que este dispositivo pueda tener.
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