Candidata a Doctora en Psicología UAH Norma Silva Sá analiza el documento “La sociedad del cuidado”

Entre el 12 y el 15 de agosto de 2025, en Ciudad de México, se llevó a cabo la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, instancia en que se presentó el documento “La sociedad del cuidado: gobernanza, economía política y diálogo social para una transformación con igualdad de género”.

Este año la conferencia tuvo como tema principal los cuidados, sumado al tema movilizador de todas las conferencias anteriores: la igualdad de género. El documento de posición de la conferencia, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en colaboración con ONU Mujeres.

Aquí encontrarás el análisis a dicho documento realizado por Norma Silva Sá, Candidata a Doctora en Psicología de la Universidad Alberto Hurtado y tesista del Instituto Milenio para la Investigación del Cuidado (MICARE).

“La sociedad del cuidado”

“La sociedad del cuidado” plantea una visión transformadora del cuidado, considerándolo tanto un derecho como un motor económico y social, e invita a repensar la estructura de las políticas públicas desde una perspectiva de igualdad de género y sostenibilidad de la vida. Una propuesta que se ve muy fortalecida dada la publicación de la opinión consultiva OC-31/25 por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) el 7 de agosto. La Corte estableció que los cuidados son un derecho autónomo, que incluye las dimensiones del derecho a cuidar, a ser cuidado y al autocuidado.

El documento presentado en la conferencia está estructurado en cinco capítulos que analizan distintos ejes de esta transformación. A continuación, se encuentra un breve resumen de los capítulos seguido de un análisis crítico de la ausencia de los hombres y de las masculinidades:

El primer capítulo aborda la necesidad de fortalecer la gobernanza pública en torno al cuidado. Se subraya que el cuidado no es solo una responsabilidad individual o familiar, sino una tarea colectiva y una función esencial del Estado. Se requiere coordinar esfuerzos institucionales, fortalecer capacidades estatales y promover la cooperación entre gobiernos nacionales, locales, sociedad civil y organizaciones internacionales. En el documento son destacados ejemplos innovadores desde Chile —donde los gobiernos locales gestionan políticas de cuidado—, Brasil —donde en Belém do Pará opera un Comité Municipal de Cuidados—, Colombia —que cuenta con mapas georreferenciados con enfoque de género—, y en México —con el Proyecto Utopías y la simbolización del cuidado como derecho en la Constitución de la Ciudad de México.

El segundo capítulo examina cómo se valora el trabajo de cuidados dentro de la estructura económica, y cómo su falta de reconocimiento perpetúa desigualdades de género. Se destaca que, en muchos países, el cuidado sigue siendo responsabilidad casi exclusivamente femenina, lo que reduce la autonomía económica de las mujeres y su participación en el mercado laboral.

Se documenta que las mujeres realizan entre el 74% y más del 76% del trabajo de cuidados no remunerado, dedicando hasta tres veces más tiempo que los hombres a esta labor. Además, se hace un llamado a que los países de la región adopten para el trabajo de cuidados el marco de las 5R: Reconocimiento, Reducción y Redistribución del trabajo de cuidados no Remunerado, y Recompensa y Representación de las personas que se dedican al trabado de cuidados de forma remunerada.

El tercer capítulo enfatiza la necesidad de abrir espacios de diálogo inclusivo y participativo para transformar el modelo de cuidado. Se plantea que los cambios reales requieren alianzas entre el Estado, los trabajadores, empleadores, sindicatos, organizaciones feministas y comunidades. Las voces feministas reforzaron que no basta con marcos normativos; hacen falta sistemas de cuidado públicos, universales y financiados como parte de la justicia social.

El cuarto capítulo analiza qué elementos concretos deben estar presentes en las políticas para sostener una sociedad del cuidado, como las licencias pagadas para cuidados de larga duración, maternidad extendida o permisos parentales.

El capítulo final se enfoca en la necesidad de una inversión pública significativa y sostenible. Actualmente, la región destina un promedio del 4,7% del PIB al cuidado, con variaciones de 2,7% a 11% según el país. La CEPAL recomienda incrementar esa cifra al 5 % del PIB para garantizar una infraestructura sólida, crear empleos en el sector y promover la equidad de género. El documento presenta una estimativa, desde la inversión, de generar hasta 31 millones de empleos, aumentar la participación laboral femenina, mejorar la recaudación fiscal y ofrecer beneficios sociales amplios.

Se destaca que este esfuerzo es prioritario ante desafíos estructurales como el envejecimiento poblacional, el cambio climático, la desigualdad socioeconómica y las capacidades institucionales limitadas.

En conjunto, “La sociedad del cuidado” articula una visión de transformación estructural, en la cual se reconoce el cuidado como una necesidad a lo largo de todo el ciclo vital, como un derecho y como un trabajo. La propuesta busca lograr una mayor corresponsabilidad social y de género al colocar los cuidados en el centro de la vida, tanto privada como pública.

Sin embargo, cuanto enfocamos el análisis para los hombres y las masculinidades observamos una inclusión mínima y general. El documento plantea la necesidad de superar la asignación estereotipada del cuidado a mujeres y avanzar hacia la corresponsabilidad entre géneros, el Estado, los mercados, las comunidades y las familias, no obstante, menciona a los hombres de manera superficial: aparecen como parte general del conjunto “hombres y mujeres”, sin profundizar en su rol, motivaciones o barreras específicas.

Durante la conferencia, Ana Güezmes, representante de la CEPAL, enfatizó la urgencia de políticas de corresponsabilidad, señalando el rol de los hombres y el Estado, además del desarrollo de licencias de paternidad y la necesidad de que los hombres sientan orgullo de cuidar. Estas menciones son significativas, pero más bien performativas y sin respaldo en estrategias concretas dentro del documento formal.

Aunque el documento señala que las mujeres de América Latina y del Caribe dedican el doble o más de tiempo al cuidado no remunerado comparado con los hombres, no hay un análisis profundo sobre las razones estructurales de esta brecha, ni sobre cómo estimular una transformación de las masculinidades hacia prácticas más corresponsables.

Al parecer falta explorar resistencias culturales y estructurales que inhiben la participación masculina en el cuidado. O mismo, dialogar sobre cómo las masculinidades hegemónicas actúan como barreras para el involucramiento en el trabajo de cuidado no remunerado.

En dado momento del documento se mencionan licencias parentales, pero sin prever campañas educativas, formación docente, iniciativas en empresas y políticas públicas que transformen prácticas de paternidad. Actualmente, a los hombres que se convierten en padre, tanto en México como en Chile, el permiso por paternidad alcanza a todos los trabajadores por un periodo de sólo 5 días.

Sí, hay hombres que asumen la carga de cuidado de otras personas, obviamente, no en número equitativo se comparado a las mujeres. No obstante, el informe no reconoce el aporte de activistas hombres ni colectivas de masculinidades que puedan apoyar una transición en cultural y simbólico, así como falta evidencia cualitativa o estudios situados que muestren experiencias concretas de hombres cuidadores. De todas las maneras los hombres y sus aportes concretos a los cuidados es un tema reciente de estudio, pero necesario ser visibilizado.

Como mujer, feminista e investigadora en el tema de las masculinidades, tengo muy claro que cuidar a otras personas es una elección en la vida de los hombres, mientras para las mujeres es casi una obligación moral y no hay como negar la sobrecarga de nosotras mujeres en el trabajo no remunerado. Por otro lado, hay una transformación cultural en curso, se observa una pluralidad de masculinidades y parte de esas experimentan prácticas de cuidados y vivencian experiencias cotidianas de cuidar y ser cuidado. Una mirada más cercana a vivencia masculina podría:

  • Situar a los hombres como actores activos dentro de la red de cuidados, más allá de la estadística o los discursos feminizados de los cuidados o de la división binaria de género.
  • Analizar la interdependencia y la resistencia de prácticas masculinas frente a la feminización histórica del cuidado.
  • Incorporar dimensiones interseccionales, considerando clase, edad, ocupación, etnia, raza, género y contexto social, para comprender la heterogeneidad de experiencias masculinas.
  • Registrar prácticas cotidianas y emociones desde la investigación cualitativa, en la busca por entender a los hombres como elementos activos en un ecosistema complejo y performativo de cuidados.

El documento presentado en la Conferencia es valioso para poner el cuidado en el centro de la agenda pública y política. Reconoce el cuidado como derecho y plantea la corresponsabilidad como principio fundante, que por supuesto, involucre también a los hombres.

Puedes encontrar el documento completo aquí