Psicología y homosexualidad

Por Mauricio Arteaga* y Javiera Navarro***. Psicólogo, UC. Doctor en Psicología Universidad Autónoma de Barcelona, España. Decano Facultad de Psicología UAH. **Psicóloga, UC. Magister en Psicología Forense Kings’ College London University, UK. Directora Carrera de Psicología UAH.

El 15 de diciembre de 1973 la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (APA) eliminó del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales a la homosexualidad como categoría diagnóstica. En enero de 1975, la Asociación Norteamericana de Psicología se sumó. Sin embargo, a pesar de la eliminación formal, se generó otra categoría para incluir las llamadas alteraciones de la orientación sexual. En ella se incluyó a las personas “cuyos intereses sexuales están dirigidos, principalmente, a personas de su mismo sexo y que se sienten molestas por, o en conflicto con, o desean cambiar, su orientación sexual. Esta categoría se distingue de la homosexualidad, la cual de por sí no constituye una alteración psiquiátrica.”

En la tercera edición del DSM (1977), se incorporó el concepto de homosexualidad ego-distónica, es decir, el deseo de adquirir o aumentar la excitación heterosexual de forma que puedan iniciarse o mantenerse relaciones heterosexuales y un patrón mantenido de manifiesta excitación homosexual, que la persona dice rechazar explícitamente. En la revisión del DSM-III (DSM-III-R, 1986) desapareció de manera definitiva cualquier mención a la homosexualidad como trastorno mental.

En la actualidad, en círculos disciplinares y políticos se está discutiendo la eliminación de otras categorías diagnósticas incluidas en los manuales, como por ejemplo el “Trastorno de Identidad de Género”. Si bien las organizaciones citadas comenzaron con la despatologización de la homosexualidad masculina y femenina ya hace 38 años, dando inicio a que otras organizaciones científicas, disciplinarias y civiles se pronunciaran en el mismo sentido, hasta la fecha se mantienen varios espacios de discriminación contra la homosexualidad.

Hace un tiempo vivimos uno de los más críticos en torno al asesinato de un joven homosexual por parte de un grupo de adolescentes, recordándonos que ser homosexual en Chile es para muchos un constante peligro. En la Psicología también se han mantenido focos de discriminación. Quizás el más prominente se refiere al conformado por una serie de profesionales psicólogos y psiquiatras que han desarrollado y difundido las llamadas “terapias curativas” de la homosexualidad, sosteniendo que es posible cambiar la orientación sexual de una persona mediante un tratamiento psicológico, sin considerar las ideas y principios compartidos por la comunidad científica al respecto.

Mientras redactábamos esta columna apareció en EE.UU. un reportaje en el que Robert Spitzer (1), el profesional que en un estudio de 2001 concluyó que un homosexual “altamente motivado” para ser heterosexual podía cambiar, y que se transformó así en la bandera de lucha de grupos religiosos, dijo que las críticas a su trabajo eran, en su mayoría, correctas.

En este sentido, el rol de los profesionales de la salud mental es utilizar las categorías diagnósticas sin fines discriminatorios, aceptando al otro como un igual desde su autenticidad más intima. El presente nos muestra aceleradamente cómo la técnica y el deseo humano posibilitan la emergencia de nuevas identidades y familias que requieren una comprensión desprejuiciada por parte de la Psicología y de quienes la ejercemos. La despatologización de los transgénero y la familia homoparental son fenómenos que necesitan atención disciplinar y política inmediata.

En un contexto mucho más conservador, represor y discriminatorio, el mismo Freud escribía a una madre afligida por su hijo: “Deduzco, por su carta, que su hijo es homosexual. Lo que más me impresiona es el hecho de que usted haya omitido este término cuando me ha hablado de él. ¿Puedo preguntarle por qué lo evita? La homosexualidad, desde luego, no es necesariamente una ventaja, pero tampoco es nada de lo que haya que avergonzarse. No es un vicio, ni un signo de degeneración, y no puede clasificarse como una enfermedad (…) Cuando me pregunta si puedo ayudarla, supongo que quiere decir si puedo acabar con la homosexualidad de su hijo y reemplazarla por la heterosexualidad. La respuesta es, en términos generales, que no podemos asegurar ese resultado (…) En verdad lo que el psicoanálisis podría hacer por su hijo es algo muy diferente. Si se siente infeliz, neurótico, desgarrado por los conflictos, inhibido en su vida social… el análisis puede traerle armonía, paz mental y plena eficiencia. Independiente de que cambie o no cambie (2).

(1) El reportaje se puede leer completo en http://prospect.org/article/my-so-called-exgay-life. Paradójicamente, en 1973 Spitzer fue uno de los mayores impulsores para que la APA eliminara a la homosexualidad de la lista de enfermedades psiquiátricas.
(2) http://www.lettersofnote.com/2009/10/homosexuality-is-nothing-to-be-ashamed.html